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La tradición vs anacronismo

Actualizado: 27 nov 2020

La Iglesia de hoy tiene que lidiar tristemente con sentimientos de católicos, enfrentados por sus ideologías entre sí. Somos 1329 millones de católicos, cada cual de países distintos, con costumbres, ideologías y políticas distintas. Pero lejos de entender esto como un problema, debemos tomarlo como una riqueza cultural valiosísima que preservar. Carismas tiene la iglesia, carismas y artes.

La pulchra leonina

La Iglesia Católica hispana (aquí quiero abarcar la península y las Américas) goza de una riqueza cultural vastísima, que se ha ido consolidando y ampliando a lo largo de los siglos y que a día de hoy con todas sus vicisitudes, goza de una relativa buena salud. En España, nación histórica de sentir católico, las artes con todos sus estilos han sabido dar forma a las necesidades eclesiales, dando una riqueza cultural sin parangón. Es en España el único lugar del planeta dónde podemos encontrar en Galicia un románico europeo exquisito, en León una catedral del más puro gótico francés, en Sevilla y Toledo sus correspondientes seos de estilo gótico ibérico, en Teruel de estilo mudéjar, en Córdoba iglesias del gótico primitivo que bien podrían estar en Normandía junto a una catedral de arquitectura musulmana y bizantina, en Jaén y Málaga un renacimiento romanista que nada envidia a Miguel Ángel, y en Cádiz una catedral de un barroco académico italiano que podría estar en Nápoles, todo bajo las mismas fronteras.

Corpus de Sevilla con la portentosa custodia de "asiento" de Juan de Arfe, de casi 4 metros de altura.

Pero ese esplendor artístico también se plasmó en las necesidades litúrgicas ibéricas, como las sillerías corales en mitad de la nave ante el presbiterio, los retablos, las custodias de asiento, el presbítero asistente sin necesidad de presencia del obispo, el aguamanil, el portapaz o tener tres púlpitos en los templos indistintamente de su rango, necesidades que enriquecen las tradiciones de la Iglesia ibérica, y por ende del orbe. A ello sumamos todo el patrimonio y las costumbres de las cofradías españolas, como los altares de cultos, los pasos procesionales, los palios de las Vírgenes, los Simpecados, los Senatus o los Guiones... Para ello todos los artistas se volcaron en ofrecer las mejores obras, dejando grandes ejemplos de maestría en todos los ámbitos: en el arquitectónico, escultórico, pictórico, orfebre, textil... Patrimonio que lejos de ser entendido por muchos en el día de hoy como anacrónico, debe ser entendido como un tesoro que preservar para legar a las generaciones futuras. La Iglesia lejos de las opiniones muy cuestionables de voces que claman modernización y actualización, debe ampararse en preservar su riqueza intelectual, moral y artística con vehemencia. Porque en palabras de Chesterton:

“Nosotros realmente no queremos una religión que tenga razón cuando nosotros tenemos razón. Lo que nosotros queremos es una religión que tenga razón cuando nosotros estamos equivocados...”
Altar de cultos en honor de la Inmaculada Concepción de la Cofradía del Santo Sepulcro de Córdoba (España).

Por ello, los talleres artesanales, y nosotros desde SADOC, queremos hacer todo lo posible por mantener viva la idiosincracia de las tradiciones católicas españolas. Queremos ser defensores de las técnicas y criterios artesanales para ofrecer las mismas oportunidades que otros disfrutaron en las épocas de esplendor artístico. Desde asesoramiento decorativo de arquitecturas de interior, retablos, facistoles, cajas de órganos, cajoneras..., hasta cálices y candelabros, todo con ese sabor añejo y elegante que caracterizan nuestras piezas, con la diferencia, de que conocemos las necesidades y usos litúrgicos de ellas, y la necesaria unción y dignidad que deben plasmar todas las obras que están al servicio de Dios y la Iglesia. Porque la humildad no está reñida con la dignidad, ni la sobriedad con la escasez. La premisa es clara, el fin último es dignificar no al sacerdote, sino al Cristo que oficia los sacramentos, y al templo donde habita Dios. No es el sacerdote el que se reviste de casulla, sino Cristo. Por ello no hay que malentender la humildad con pauperismo. El mismo Benedicto XV en su época como arzobispo de Bolonia hacía mucho hincapié en el ornato de los templos y la pobreza de los curas. Hay que entender esto como una muy buena forma de diferenciar que el templo es la casa del Padre y no la vivienda del celebrante. Que la humildad debe ser practicada por los hombres, no por las cosas.

Y sobretodo recordar que no es por nosotros, sino por Dios, por quien debemos hacer todas las cosas, y aquellas voces que ven lo anterior como anacronismo, hay que hacerlas entender que esas son las tradiciones que enriquecen la Iglesia, que debemos mantenerlas, y que lo que ellos malentienden como “desfasado” son las cosas, las certezas y dignificaciones que hay que tener, en esta época de relativismo, como más presentes que nunca.

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